Roar your terrible roars and gnash your terrible teeth and roll your terrible eyes and show your terrible claws! And please don't go I'll eat you up, I love you so.

20101222

Marchamos

All dressed in black uniforms so fine...
With measured steps, we walked in line.
                                  Von Thronstahl 
Con paso de ganso perdimos el camino que nos llevaría  a la victoria
matamos el Tiempo en el crepúsculo anaranjado
Las ráfagas
la noche
y el paso firme
Marchamos
adelante
adelante
adelante
por la llanura bochornosa del pasado
marchamos
al posi_tivísimo desenlace de nuestra historia
cabalgamos
sobre la tristeza de nuestros abuelos
y sus guerras de maniquís
volamos
y el futuro nos espera con las piernas abiertas
una lengua bífida
al final del camino
                            cíclico
cilicio circular
silicio cerebral
y el paso firme
cantamos
a nuestro fracaso de sal
que se desangra hombro con hombro
en la secuencia numérica del azar
la voz resuena
los tambores y las banderas de ecos amargos
marchamos a construir un mundo donde no lo hay
donde ya no lo puede haber
BOM - VAS
BOM – VAS
BOM – VAMOS
BOM – VAMOS
BOM
Mafarka aterriza en nuestra corteza cerebral
anciano como nosotros de rostros infantiles
Maitreyas terribles del aborto-porvenir
Provenir
        (como nosotros
de las entrañas del universo digital
donde no hay paz
somos nodos y cadenas
secuencias aleatorias de códigos binarios
bloques y contingentes
dígitos al final de una sucesión larga de tiempo
fluimos
con la consistencia eléctrica de la in-formación
recorremos las ciudades Bits
Hologramas de basalto
consientes de la nueva era
y del nuevo milenio
nos enfangamos en trincheras
coloridas
de entonaciones inútiles
Marchamos despeñándonos
desde lo alto de nuestra soberbia
y aun en la sima seguimos andando
apilándonos
unos sobre otros
como muñecos de cuerda
que tropezaron sin darse cuenta.

P.S: ZANG ZUM ZAG TAKA-TAKA  TATATATA CHAAAK TUMB-TUMB-TUMB PLAF!

20101021

45 mm

Una opción es tomar la 45 y salir a pegarle tiros a todo el que se cruce en mi camino.
La piel se me eriza cuando miro el mar de asfalto desde un décimo piso.
La lluvia sodomita de dios sobre el mar petrificado
no es tan diferente de mi 45mm
cargada y lista para disparar la noche o los vientos
helado de frambuesa o música violenta
el amor de mi madre o el trinar de las aves.
Uno puede tomar su 45 y darse de topes
contra el cielo verde o gris-morado
un tiro otro tiro
bala entra y bala sale
yo y mi 45 partimos al universo en 2.

Hay un camino que se recorre desde adentro
un viaje sedentario y veloz como una bala de neón
carretera de datos y palabras emergentes
tengo un boleto de ida… y uno de vuelta
que voy a romper en el camino
travesía peligrosa hasta el otro lado de la re(alida)d
de puntos nodales traicioneros
telaraña cósmica
o infinita
o divina
yo qué sé

[inhalo]
[exhalo]: ciiincoooo  
[inhalo]
[exhalo]: cuuuaaatroooo
[inhalo]
[exhalo]: treeeeess
[inhalo]
[exhalo]: dooooss
[Inhalo]
[exhalo]: uuuunooooo
[inhalo]
[exhalo]: ceeeeroooo

gate gate paragate parasamgate bodhi svaha...


Yo y mi 45 vagamos por las sendas peligrosas de un zazen matinal
el polvo de un elefante calcinado
las células cambiantes de un pétalo de loto
bajo el microscopio del silencio
el dios enano servidor del internet universal
yo y mi 45 dibujamos versos de aire caliente
me abro paso a tiros por un bosque electrónico
de sonidos tridimensionales
la orilla sigue lejos
mar de asfalto a la lejanía
y más mar y más mar y más mar
no hay un dónde aquí
ni un porqué
ni un cargador de repuesto
sólo el mar y las palabras
la red y ese mundo negro
 detrás de los párpados.

20101016

Af[asia]onía

Perder entre la tiniebla y el neón,
el asfalto de la ciudad marchita
licuado de sal y sangre
en las venas cavernosas de la memoria.
Amar la tierra en que crecí
labrada con el concreto de mis pies
y abjurarla mientras exhalo
el mantra electrónico de mi voz-beat
sampler de la memoria
transmigración de los recuerdos.
Había un paraíso en la imaginación infantil
de mis primeros años en el claustro de la mente,
y más allá sólo el temor sombrío
de lo que no era lindo
y que después lo fue.
Pero la inocencia persistía
como la radiación secreta
que emana mi ángel de la guarda
cada pulso de mi electroencefalograma
música electrónica salvaje
la desquiciada faena de mi voz
que más que voz es silencio premeditado
a lo John Cage
Afo ía  l min sa  
S  ni o  13

20101006

H

Hochomil budas enroscadhos al silencio de la noche
hochomil quimeras de sahl marina en el fondo de la estrella sibilar de nuestro tormento
en la punta del imalaya anida el sonido (h) que no se pronuncia
el sonido que recordamos por la amarga sorna de su eco
rhuihdho Rhruihdho rhuhihdho
el murmullo que no se agota. avalokiteśvara por los cielos grises de mi voz
de mi voz que madera
en el rhuido plajhiario de múltiples voces que me son ajenas
***
sentido funcional de la forma deífica de mis mentalizaciones
arrogancia estéril del barroquismo de mi voz
sudo mi temblor de vértigo
subir para caer. en un absurdo del viaje en la inmovilidad
vocales abiertas se inflan en los pulmones mudos de mis manos
que golpean el ciego murmullo cerebral
sal molida de mis labios
polvo complejo de mi voz
disperso, volátil en la nada binaria del uni/verso


20100902

Tecnoingenio: porque la tecnología también es arte


1: Urdimbre secreta

Aún recuerdo el madrazo que sentí cuando leí por primera vez la línea del Manifiesto futurista  que dice: “Un automóvil de carreras con su cofre adornado de gruesos tubos similares a serpientes de hálito explosivo... un automóvil rugiente que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.” Y el madrazo no fue del todo porque dicha línea me hubiera revelado una verdad que ignorara, sino porque reconocí en ella un reflejo de mi propio pensamiento, y sobre todo un reflejo más vívido que otra frase que yo había escrito algunas semanas antes de conocer la de Marinetti,  que llanamente dice: “Un iPod es tan bello y artístico como El David de Miguel Angel”. Sé que suena a un vil fusil, pero concédaseme aunque sea por acto de buena fe –y quizá por la conciencia que el lector tiene de esa urdimbre secreta en la senda de los pensamientos, que en ocasiones orillan a diferentes mentes a las mismas conclusiones, y que son atemporales además de increíbles- la posibilidad de que lo que digo es cierto. 



1.1: Tecnoingenio

Un día se me ocurrió esta palabreja que no pude sacarme de la cabeza, aunque creo que antes que una palabra fue una idea. El arte, tal como quiero entenderlo, es la manifestación de uno de los dos impulsos creadores del ser humano, representa al impulso creativo espiritual; de este impulso nacen todas aquellas disciplinas clásicas, derivados e híbridos que concebimos como arte (música, pintura, literatura, comic, cine, etc.). Por otro lado, en otro plano del ser humano común y corriente se gesta un impulso muy similar, aunque en un extremo diferente del orbe creativo. A este impulso le llame tecnoingenio. El tecnoingenio, tal como quiero verlo, es el equivalente del arte en el plano racional; es decir, si al espíritu corresponde como manifestación creativa el arte, cuyos productos son la pintura, la escultura y otras disciplinas; a la razón corresponde como manifestación creadora el tecnoingenio cuyo producto es la tecnología. 

Estos dos motores creadores -que tienen quizá su punto de confluencia en la imaginación-, me intrigan por la constante pugna que han entablado desde siempre. Los sentimientos y la razón, a pesar de formar parte de un solo orbe, el orbe de lo humano, parecieran disociados de esa unidad en la que naturalmente deberían coexistir. Sobre todo si tenemos en cuenta que son las dos las principales características de la humanidad: la capacidad de razonar y la capacidad de crear arte. Una conjunción de ambos polos de lo humano a través de la imaginación (imaginación tecnoingenio-artística) me parecería la vía más pertinente para resarcir esa escisión que a mi juico es perjudicial y casi antinatural.
El arte en la vida actual tiene más que ver con la tecnología que en cualquier otro momento de la historia, tenemos muchas más herramientas que nuestros predecesores, ahora cualquiera puede hacer música con un secuenciador de audio o modificar una fotografía digitalmente. No quiero ver en eso una desvalorización del arte por su accesibilidad técnica, sino nuevas posibilidades de armonizar ambos polos de lo creativo.

2: La muerte del libro

Estoy por recibir un flamante Kindle 3; mi antiguo Kindle 2 lo tiene ahora un soldado de cara carcomida por la varicela a quien se lo vendí para hacerme del nuevo modelo, más barato y con mejor software. Digo esto porque me emociona la evolución de los objetos comunes -esos ancestrales y casi eternos a los que nos ha acostumbrado el paso del tiempo-  a aquellos otros de soportes digitales, tan efímeros, marcesibles y delicados que generan un culto casi instantáneo. El Kindle me parece una cosa maravillosa, una obra de arte total de la ergonomía y el tecnoingenio, porque además de ser muy lindo, es práctico, discreto, pequeño y sobre todo permite ahorrar mucho dinero en libros y periódicos (con los como 60 tomos de editorial Anagrama que me descargué en un solo día en algún lugar de la red y con los RSS de El Universal, La Jornada, y El País que descargo absolutamente gratis ya se pagó solo); además de las ventajas que hay en tener montones diccionarios, colecciones completas, revistas y diarios en un aparato tan pequeño, amén de la posibilidad de llevarlos a todas partes.
Celebro la muerte del libro porque celebro cualquier acontecimiento que permita cambios radicales en las formas anquilosadas de la realidad. Además, nada lo asegura pero en caso de que pasara, lo que moriría es el objeto-libro, no la literatura que se reinventa y se adapta a los nuevos cambios sin por ello ser menos… literaria jaja…

2.2: Orgullo y prejuicio y… zombies*


Hace poco me enteré de la publicación de una… ¿cómo decirlo? ¿novela remake? Uhm… quizá es más que eso… Un tal Seth Grahame-Smith se dio a la tarea de zombificar el clásico Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Según entiendo dejó intactas algunas partes, pero otras las llenó de violencia, muertos vivientes y doncellas ninjas. La verdad es que no he leído la novela original, pero me muero de ganas por leer esta versión (que ya conseguí en la re(alida)d y que puede descargarse en formato electrónico, totalmente gratis y en español aquí). A pesar de que me cagan los zombies porque me parecen lo más vulgar y simplón de la industria de serie B, además de que representan una modita bastante detestable; debo reconocer que el derrocamiento de una obra canónica, a este respecto, me parece de lo más lindo que me ha tocado presenciar, porque demuestra esa idea que atesoro como el más grande axioma de mi forma de ver el mundo: Nada es sagrado.
            Orgullo y prejuicio y zombies, tal como yo lo veo es una obra violenta en todos los sentidos; dejemos de lado que se trate de una novelita pop destinada a ser un best-seller y pensemos que además de chorrear sangre en todas las escenas, viola  -prácticamente sodomiza- esa norma ética no escrita que nos obliga a reaccionar de manera reverente ante las obras clásicas. Seguro más de uno lanzó alaridos de terror, no por miedo a los zombies, sino por el hecho de presenciar la zombificación de la literatura como síntoma innegable de la volatilización de la cultura… oficial.
           
Sé que habrá una versión cinematográfica próximamente, pero esa sí no la voy a ver, ya sería muy… frívolo… jajá!

*Nota para incautos: este apartado nada tiene que ver con esos eunucos risibles de nombre homólogo que pululan por la red… eh? chavos!

20100726

Presentación del libro: Poetas franceses del siglo XIX





Quedan invitados a la presentación del libro Poetas franceses del siglo XIX de la Editorial Letras Vivas, que estoy revisando y ampliando para la segunda edición.

Daré una pequeña conferencia sobre poesía simbolista y hablaré de algunos de los poetas de esta antología.

La presentación será en el vestíbulo de la Editorial Jus
Donceles 66, Col. Centro (cerca del metro Allende)
este jueves 29 de julio a las 6.00 p.m. No Falten.
                            Entrada Libre.

20100713

Waterloo

El monitor de Artsel se encendió y con letras anaranjadas me dijo:
a) Cuando escuches mi voz no habrá sonidos sino colores
-los colores tendrán forma de canción
-una canción es una plegaria que se recarga a la izquierda en la esquina café.
b) Recogerás mi voz en tu pincel y dibujarás con él un sudario para tus labios
- porque el silencio es más bello que las palabras
- porque el silencio es el instante, y el instante es eterno como la muerte, que es una canción de vida.
c) Yo moriré, pero no te quedarás solo
-has aprendido a ser tu propia compañía
-estrella solitaria que refulges a través del vaho pantanoso que es el firmamento de la Ciudad de México.
d) Olvida lo que has aprendido y atiende:
-no hay forma de que salgas del silencio de tu propia carne
-un olor es el sabor de un número que juega a las escondidillas entre la maleza de los dígitos.
e) Si no hay luz aprende a caminar a ciegas
-porque en la oscuridad el caleidoscopio de mi voz, como un sonar místico, te mostrará la senda que debes seguir para navegar contra la corriente por el puro placer de hacerlo.

Entonces el esfínter de su voz anaranjada escupió unos y ceros y símbolos cabalísticos que eran lenguajes computacionales pervertidos, ya no había voz LapantallaeralabocadelespacioylabellezaYdijosinparar Me quiebra la noche Sí La noche hija de su puta madre que me revuelve las entrañas con vastedades informáticas y palabras delirantes Chúpame un dedo muerte de sales floridas Incólume a la batalla ficticia de las nuevas eras de penes sangrantes y sémenes divinos que dibujan vialacteas Pitos rotos y temerosos del espacio exterior y sus sonoridades que se deshojan entre las tinieblas palpitantes del sosegado terreno de lo nuestro El cosmos sideral de cáscaras de nuez que estallan en una hoguera de vocablos De serpientes que trazan un mundo de contorsiones y cerebros derretidos dentro de cráneos que no son cabezas sino floreros Mi acrónimo es mi batalla Es mi sombra Es mi voz Mis cristales son la ligereza senil de una sintaxis que se marchita bit a bit Vomito cuarzos entrecortados de asteroides Vomito familias enteras de accidentes galácticos que se pierden peregrinas en esta ciudad rabiosa Ajena a mis dulces granadas y metrallas de terrorismos infantiles Flores y luciérnagas en lo profundo del trasmundo de un movimiento hermoso de pétalos lluviosos y torres descalzas que cantan como ángeles en cruces de neón Este país que no es un país que es un país que no es un país que es un país que no es un país sino un florero Yo y mi pantalla somos la carcajada triste de una sandía que parece la vagina de tu madre que estornuda

El monitor se apagó de súbito, pero dejó un punto gris en su centro, como testigo mudo y brillante de que mi maestro se negaba a morir… vaciló unos segundos y desapareció.


20100610

Los Pixies y mis memorias púberes





Hoy me he enterado de que vienen los Pixies. Desde hace años babeo con la idea de verlos en vivo, lo que estuvo muy cerca de ocurrir en el 2004, cuando se había anunciado, al igual que esta vez, que vendrían en el mes de octubre. Cancelaron. Pero ese año vino The Cure, así que la decepción se convirtió en una nueva alegría.
        Escuché por primera vez a los Pixies cuando cursaba la secundaria, tenía exactamente 12 años y odiaba la escuela, porque era una pocilga de barrio bajo infestada de pequeños proto-delincuentes. Los Pixies no fueron los primeros; antes de ellos Nirvana había sacudido y transformado mis neuronas prepúberes con los gritos crudos y afligidos de un Kurt Cobain que descubría apenas con un entusiasmo que no sentía desde mi afición a los dinosaurios a eso de los 6 años, por ahí de 1994, el año en que murió Cobain. Me llegó la explosión grunge otros seis años después de su muerte, por entonces ya nadie la recordaba, el revival de la generación X ocurrió algún tiempo después. 
        Comencé a coleccionar camisas de franela y compraba jeans rotos en los tianguis del domingo, a la par que sufría sacrificios monetarios para hacerme de los discos más representativos de la ola. Primero fue la discografía completa de Nirvana, excepto el Incesticide, que estaba absolutamente agotado por entonces. A lo que siguió las demás bandas del periodo, Pearl Jam y Soundgarden primero; Melvins, Alice in Chains y Mudhoney después; y con más sacrificio pues eran muy muy escasos las bandas menos afamadas como Dinosaur Jr, Butthole Surfers o Bikini Kill. Obviamente no podían faltar en mi colección -que crecía cada semana muy a pesar del dinero para almuerzo del recreo que retenía ascéticamente- las otras bandas emblemáticas que aunque no formaron propiamente parte del movimiento fueron indispensables para él: Sonic youth, Jesus and Mary Chain y, por supuesto, Pixies. 
        Aunque Nirvana siempre será la banda más representativa de mi temprana adolescencia, hay tres momentos importantes de mi vida que están en relación directa con alguno de los temas de la agrupación de Frank Black. El primero fue en el 2002, tenía trece años y aún estudiaba en esa escuela endemoniada, Secundaria Técnica 106; el colegio de los simplones, vulgares y  viciosos vástagos de los habitantes de una de las colonias más conflictivas de Iztapalapa. Ahí pequeños crímenes eran comunes e incluso normales. Palizas diarias, consumo de marihuana y “chochos”, sexo incipiente y torpe en los baños y rincones oscuros. Yo era quizá el más joven de mis compañeros; el turno era vespertino y todos eran uno o dos años mayores a la edad que deberían tener para el grado que cursaban, yo era un año menor. Gran parte de ellos estaban influenciados por la vida de pandillas, consumían mariguana con descaro y orgullo, pues lo consideraban un símbolo de hombría y prueba de un extraño sentido de madurez. A mí, hijo de una familia decente, me habían advertido sobre “el peligro de las drogas”; sin embargo mi admiración por esa música prohibida y extraña por la que la mayoría de mis conocidos sentían repulsión, y por sus toxicómanos ejecutores poco a poco hizo brotar un pequeño retoño de curiosidad que culminó en mi férrea decisión de probar la hierba. Elegí un día simbólico, 5 de abril, aniversario número 8 de la muerte de Cobain. Me acompañaban en ese día luctuoso mi mejor amigo Vladimir -única persona con quien compartí aficiones y aflicciones de manera total, hasta que embarazó su novia en turno y tuvo que convertirse en un padre de familia responsable y cuasi-cristiano-, “el oso”, compañero que compartía nuestro amor por Nirvana, sólo que le gustaba más el ska; y otros dos sujetos que asistieron a la reunión sólo para quemar. El oso tocaba en su flamante guitarra, una Epiphone Les Paul, melodías a medias, intros y riffs destartalados de canciones de Nirvana, paró cuando comenzó a circular el hitter. Vladimir accionó el play en una grabadora que teníamos para la ocasión, el CD que estaba puesto no era de la banda de Seattle sino el Doolittle de los Pixies, sonaba “Monkey Gone to Heaven”, perfecta para el momento. No me gustó la mariguana y aunque volví a probarla días después en alguna hora muerta de la secundaria, con el tiempo comencé a desarrollar cierto tipo de desprecio hacia ella y sus consumidores. 
         El segundo momento fue en una fiesta improvisada en casa de alguien. La idea era sencilla, llegar temprano, beber mezcal y encaminarse a la escuela lo menos ebrio posible o al menos lo suficientemente sobrio como para disimular. Al llegar me serví un vaso y me senté en un sillón, Vladimir me acompañaba, pues íbamos juntos a todas partes. Al poco tiempo se me acercó Karla, una frondosa morena que se había enamorado de mí sin conseguir de mi parte más que una lujuriosa atracción física. Bebimos un par de vasos y me pidió que la acompañara a buscar no se qué a una de las habitaciones donde según dijo había dejado su mochila. Se tambaleaba un poco, y yo caminaba detrás de ella al son de sus caderas. Cerró la puerta detrás de mí, puso el seguro y se tumbó en la cama diciéndome ya estoy peda no te vayas a querer aprovechar de mí, mientras me miraba a los ojos flexionando y estirando las rodillas para enseñarme sus piernas cubiertas apenas por su falda tableada de secundaria. Me jaló hacía ella y comenzó a acariciar mi espalda por debajo de la camisa, nos besamos con furia y torpeza,  hasta que mis manos se encontraron sobre sus senos. Nos besamos más, se quitó la blusa y le desabroché el brasier con gran ignorancia. Yo tenía 13 años, ella 14. Los suyos eran los primeros senos que veía, labrados en ébano, henchidos de frescura y de virginal sensualidad; comencé a besar el inicio de esos montes y ella arqueaba la espalda, para dirigirme más abajo, hasta la punta de sus pezones duros, ansiosos de mis labios púberes. Justo en ese momento cambió la música, ya no sonaba esa porquería proto-regaetonica de inicio del milenio, sonaba otra melodía, de una crudeza melancólica que apenas entendía, pero que adivinaba mía como el reflejo de una densa masa de cosas entrelazadas en lo profundo de mi psique: “Where is my mind?”. Fue Vladimir quien se había apoderado del aparato de sonido y por un glorioso momento impuso su voluntad sonora, antes de que algún ofendido por semejante estruendo derrocara el régimen de su tiranía y tornara a la antigua bazofia de puertorriqueños misóginos. Quedó trunca la canción como mi encuentro con la morena, porque sus amigas comenzaron a tocar la puerta y a llamarle pensando que estaba demasiado ebria para no saber lo que hacía. En realidad estaba más sobria que yo.
        El tercer momento fue en un aula de clases, llevaba unos discman y Vladimir llevó unas bocinitas. Pusimos música en una hora muerta y pasó lo mismo, alguien se ofendió. Sentí un golpe en la nuca y escuché una voz que me decía quita tu pendejada, wey. Decidí no hacer caso; sentí otro golpe y escuché un ¿no me oyes, pendejo? La voz era de “el burro”, un sujeto malencarado y robusto mayor que yo por al menos tres años. Había soportado más de la mitad del segundo año de secundaría a aquel sujeto y a sus imbéciles esbirros. Yo era más pequeño y delgado que la mayoría, y fácilmente podía ser sometido por la fuerza. Así que tuve que aguantar un asiduo bullying de parte de todos ellos. Notaban, en su vulgar simplicidad de chacales imberbes, la ausencia de semejanza alguna entre sus personalidades y la mía, que era más bien taciturna y apartada; además siempre he tenido suerte con las chicas y la novia en turno del burro me había confesado su atracción por mí. Ese último golpe en mi nuca significó el epítome de toda esa serie de insultos y maltratos, así que sin pensarlo tomé por una asa el bote basura que estaba delante de mi banca, era de metal, era pesado, y con un solo movimiento, que aún no me explico se lo estrellé en la cabeza. Cayó al piso retorciéndose y chillando. En las bocinitas sonaba “Rock music”. Nadie volvió a molestarme.

20100522

¡¡¡Presentación Cyberautista!!!


Este es el flyer oficial de la  presentación que haremos en el vestíbulo de la Editorial Jus (Donceles 66, col. centro, a unos pasos del metro Allende), en colaboración con la Editorial Letras Vivas. 

La entrada es libre, lleguen temprano, comenzará a las 5 de la tarde. No falten, inviten a sus amigos.




Que a nadie se le olvide: Jueves, 5 de la tarde, Donceles 66.


20100504

¡Celebremos con W. Gibson!

Celebro dos cosas...

La primera: el regalo de cumpleaños (retrasado mes y medio, pero que compensó el tiempo perdido) que mi primo favorito supo acertadamente elegir.

La segunda: la creación del invento más importante de la humanidad. 
Para lo cual selecciono el fragmento del célebre cuento de William Gibson donde aparece la descripción, por primera vez y antes de que existiera en el mundo... virtual, de eso que éste autor (tremendamente infravalorado y que además cumple años un día antes que yo) llamó, para goce de muchos de nosotros, Cyberespace.
"Bobby era un vaquero, y el hielo, de ICE, Intrusión Countermeasures Electronics, era la esencia del juego. La matriz es una representación abstracta de las relaciones entre sistemas de datos. Los programadores legítimos entran en conexión con el sector de la matriz de sus jefes y se encuentran rodeados por luminosas formas geométricas que representan la información empresarial.
Torres y campos de información ordenados en el incoloro no-espacio de la matriz de simulación, la alucinación consensual que facilita la manipulación y el intercambio de enormes cantidades de data. Los programadores legítimos nunca ven los muros de hielo tras los que trabajan, los muros de sombra que ocultan sus operaciones a los demás, a los artistas del espionaje industrial y a los buscavidas como Bobby Quine.
Bobby era un vaquero [ICE-breaker]. Bobby era un pirata informático, un ladrón que estudiaba el extendido sistema nervioso electrónico de la humanidad, que robaba datos y cuentas en la abarrotada matriz, el monocromático no-espacio donde las únicas estrellas son densas concentraciones de información, y en lo alto de todo eso arden las galaxias corporativas y los fríos brazos espirales de los sistemas militares."
 Quemando Cromo, William Gibson, 1982.
(diez años antes de que la web existiera)


Sin duda Kodwo Eshun tenía razón al celebrar el neologismo:
"Encuentro fascinante, casi adictivo,ver como ciertos conceptos se materializan en el software, en arquitecturas de redes, obras de arte, discursos reales [...] Todos estos arquitectos se han visto obligados a introducir neologismos, para excavar/ modelar el espacio en el que están trabajando. La idea de William Gibson de que el neologismo es el acto primigenio de la poética pop. Es la primera fase de la manufactura de conceptos... La manufactura de conceptos... [es] una necesidad absoluta. Todo está siendo transformado digitalmente. Todas las descripciones están también obligadas a transformarse... Lo que queremos son conceptos que amplifiquen los estados mentales, los vectores anímicos..." [Kodwo Eshun, 2000]
Sobre lo que el autor nos diría:
"Uno de los elementos clave que tomé de Mil Mesetas de Deleuze y Guattari fue que la filosofía debía ser reconstituida como fabricación de conceptos. La filosofía - Heidegger, Hegel, Merleau Ponty, Lacan - siempre me dio dolor de cabeza porque era imponderable. La fabricación de conceptos hace que seamos más como electricistas del pensamiento, intentando encontrar diagramas de los circuitos del presente. D+G son tan brillantes cuando dicen: ¡Qué le vamos a hacer si Proust nos dice tanto acerca del espacio- tiempo como Einstein! ¡Qué le vamos a hacer si Henry Miller nos dice tanto sobre el deseo como Freud! La frontera entre la teoría y la ficción es absolutamente permutable." [W. Gibson estrevista con Lovink, 2000]
Nombrar es crear, reza el adagio... Años después de  Quemando Cromo y años antes de la web (y justo en el año de mi nacimiento), Gibson había declarado:
W.G.:  "Supongo que el libro plantea esas preguntas, pero no las contesta. Yo no las puedo contestar [...] pero, gente como ésta de Autodesk que están construyendo el ciberespacio - me cuesta creerlo, y ya casi lo tienen -, simplemente no se enteran. Mi percepción de lo que estaba haciendo era intentar llegar a algún tipo de metáfora que expresara mi profunda ambivalencia respecto de los medios de comunicación en el siglo 20. Y tuve la satisfacción de conseguirlo en cierto modo, y entonces estos cerebritos llegan y dicen, "¡Demonios, esto es una buena idea! ¡Vamos a ponerlo a funcionar!" Pero, sabes, me deja pensando, "¿Qué es esto?".Esto es incluso más raro que tener a gente haciendo tesis sobre tu trabajo: tener a gente construyendo esta mierda demencial que tú has soñado, cuando estabas intentando hacer una crítica de la sociedad industrial. Es una cosa bastante rara." [Entrevista / Wershler- Henry, 1989].

¿Qué miedo, no?

Citas: http://hackitectura.net/osfavelados/2006_elretorno/05_01_rhizoming_web_06.pdf

20100308

Nosce te ipsum


Yo soy
Yo soy la fugacidad
Yo soy la indiferencia
Yo soy el desencanto
Yo soy el caos
un átomo corrupto
Yo soy la heroicidad del mundo amoral
Yo soy mi religión y mi propio Dios
Yo soy
el huracán impasible de la cotidianidad
la luz infame de la ceguera humana
la altivez que el sabio abandonó en los bosques siberianos
Yo soy la tecnología
un virus en la programación de la RE(alida)D
Yo soy la luz del mundo
el cordero de la nueva alianza
loto deshojado en los desiertos de Marte 
Yo soy star wars
el incurable dolor de cabeza de la resaca social
Yo soy mi voz que se quiebra en cristales de cocaína
un buda vestido de Channel
Yo soy la edad del sol
la eternidad de una crisálida muerta
Soy un escarabajo azul estocado por el alfiler de un entomólogo divino que es un Dios silencioso que soy yo
soy la voz de ese escarabajo
y la luz ultravioleta que sus ojos de amatista filtran de la aurora boreal de mis palabras
Yo soy la sensualidad nórdica de mis sueños húmedos
el ébano labrado de la africana loca que baila en mi libido nocturno
 Yo soy la incoherencia del que finge su locura
la gota de vino que mi madre lloró todas las mañanas por la ausencia de mi padre
Yo soy mi padre y su creador: el falo místico que fecundó al huevo cósmico
Yo soy el universo antes del big bang
los colores del arcoíris
el mestizaje de mi piel
la delimitación geográfica del subdesarrollo
Yo soy la ruina
literatura confeti a granel
el circo solar de mis pasos
Yo soy un beat machacante
en la senda virtual del sonido
yo soy
código binario en los pixeles de tu monitor …
  yo soy el silencio.
(¿y tú? ¿tú quién eres?)

20100304

Autós

Algunos afirman que todo lo que conocen se contiene entre las cuatro paredes de sus mentes, de alguna manera están en lo cierto; sin embargo, lo que no saben es que esas paredes distan tanto una de otra como lo hacen los límites del universo. Debido a su condición hay quienes los dan por muertos, con la frialdad del raciocinio moderno los consideran vegetales; son abandonados en los rincones de las casas, se convierten en muebles empolvados por el tiempo y el descuido; vegetan apaciblemente debajo de una mesa; se sientan en el piso y mueven alguna extremidad en secuencias idénticas; o se quedan parados en el centro de alguna habitación con la mirada fija, en algún objeto de su interés.
       A veces caminan sin rumbo, alguna vez un niño, paciente suyo, con la naturalidad de cualquier otro infante, emprendió a gatas un maratónico avance, no se percató del momento en que tropezó con los desniveles de una escalera, rodó hasta el piso de la planta inferior. Cuando sus padres lo encontraron, pues lo habían descuidado unos instantes para entregarse a un momento de arrumacos amorosos en la cocina, confiados en la inmovilidad del pequeño, lo hallaron magullado, boca arriba, moviendo tenaz brazos y rodillas, como si continuara en la posición adecuada para seguir avanzando. 
        Este tipo de anécdotas eran parte común de su vida. En la clínica, como un montón de guijarros, ellos esperaban en fila todos los días, tiesos como estatuas, pero sin tener ese aspecto tan característico y despreciable de las personas “idas”. En realidad siempre han exhibido una apariencia absolutamente normal y podrían pasar como personas ordinarias hasta el momento en que se intentara interactuar, infructuosamente, con ellos.
       Así pues, ese era su trabajo, esa era su pasión, su espíritu curioso le exigía tal empresa. La naturaleza de su ocupación, como ya debe adivinarse, era la de tratar infantes con un tipo de autismo extremo. Existen diferentes niveles de esta enfermedad, desde el más benevolente que se caracteriza sólo por una leve disociación social, llamado síndrome de Asperger; al que sigue el autismo típico en el que los enfermos aún pueden ser tratados, aunque con gran dificultad; hasta llegar al autismo crónico que se considera totalmente incurable, cuyas víctimas jamás pronuncian una palabra, ni reaccionan a clase alguna de estímulos externos. Era precisamente con estos pacientes con quienes solía trabajar; siempre con la esperanza de comprobar su teoría que, en cada oportunidad, exponía los padres de sus pacientes. La conversación daba inicio con el lamento de algún padre desdichado:
-Me duele verlo, doctor, yo quisiera que superara su enfermedad, que fuera como nosotros, que entienda las cosas del mundo.
-¿Ha leído usted a Leopoldo Lugones, La estatua de sal, para ser más precisos?- respondía el doctor.
-No señor, no me gusta leer.
-Pues verá usted -decía después de un leve suspiro- en ese cuento hay una especulación muy interesante: se afirma que los anacoretas, aquellas admirables personas que viven en soledad y ascetismo, son quienes con su fe y con sus tenaces oraciones evitan que el cielo se colapse sobre la maldad de los hombres. Me gusta imaginar que quizá algo parecido ocurra con estos pobres desgraciados, acaso sean ellos quienes mantengan gracias a una especie de conexión sobrenatural y extraña el orden del cosmos como lo conocemos.
Normalmente el padre quedaba perplejo.
En realidad el doctor creía que se podía generar un mundo como se crea un poema, que se puede programar la realidad de la misma manera en que se configura un software informático. Algunos lo hacen de manera natural, son poetas de la realidad porque nacieron bajo el dedo de dios, otros lo logran artificialmente y con un trabajo de ascetismo y privaciones constantes. A éstos los llamamos milagros, santos, iluminados; mientras que la gente común se mantiene toda su vida -salvo raras y casi cuánticas ocasiones que de ocurrir duran sólo segundos- en el inmediato mundo material; los autistas, que corresponderían a la primera categoría de aquellos que tienen el don innato, hacen fluir su existencia a través de los secretos metafísicos de la realidad; los iluminados, que han tenido la fortuna de vislumbrar desde este lado del mundo aquel otro grado de verdad, mantienen la media entre ambos estados.
         El doctor había intentado ya decenas de veces enlazarse con ellos. Esta vez lo intentaría por medio de una interface cerebral. Era un procedimiento complicado, había que abrir una cavidad en la espina dorsal que comunicara impulsos bioeléctricos, producidos artificialmente, del sistema nervioso de los pacientes, al cuerpo del doctor, para que éste pudiera acceder al campo de visión de los enfermos. Era un proceso delicado, un solo desfase de aminoácidos era suficiente para arruinarlo todo. A pesar de ello, tan grande era la devoción a su trabajo y su ansia de conocimiento que decidió intentarlo, incluso sin el consentimiento del instituto. Clandestinamente armó el aparato en un sótano y se las arregló para trasladar de la clínica a alguno de sus pacientes. El experimento comenzó con un par de incisiones pequeñas hacía la médula espinal, introdujo en ellas un buen tramo de fibra óptica, con dirección al cerebro, hasta que la sonda que monitoreaba las reacciones del pequeño, lo indicó pertinente. 
        El chico pudo intuir el puerto que se conectaba a su sistema nervioso, una vez invadido el flujo eléctrico de sus pensamientos adivinó, como en un plano lejano y tenue de su cotidianidad, las intenciones del doctor, quien a su vez, y ya enchufado a la máquina mediante el mismo procedimiento, hacía todo lo posible por configurar mentalmente un protocolo de enlace para fundirse con él en un solo flujo mental. Sin embargo, los moduladores bioquímicos no estaban calibrados adecuadamente. Hubo cortos circuitos, desfases en los niveles de electroquímica que conectan al cerebro con la máquina. Así, el mundo de deleites estéticos y metafísicos que experimentaba el pequeño le fue vedado, y en el primer momento percibió no más que un caótico feedback con resonancias de ideas incomprensibles. No había luz, pero las nociones podían ser escuchadas en sinfonías endemoniadas de fricciones y sonidos de matices deslumbrantes. Sería inútil describir cuáles eran las percepciones reales del chico, el nivel de consciencia al que tienen acceso los que son como él es inimaginable para el común de los mortales y, aunque yo, por algún milagro de la biología humana, tuviera acceso a ellas, me sería imposible referir una sola palabra acertada si quiera para esbozarlas. Lo que nuestro doctor percibió, en el último momento, en el segundo exacto del equilibrio bioeléctrico, fue la emanación radiante de incalculables puntos de luz, todos interconectados con filamentos luminosos, como la red computacional de un ordenador cósmico. Ese era el universo, el ánima de cada uno de los seres materiales e inmateriales, el soplo de vida de todas las partículas del espacio que se buscan unas a otras para recuperar la unidad primigenia. Tales revelaciones tenían su precio y ese precio era el silencio. Sin importar los esfuerzos del pequeño por enlazarse al doctor y trasmitirle eso que tanto ansiaba; los componentes de la máquina de flujos eléctricos, configurados con más emoción que minuciosidad, ignoraron el software de regulación de las endorfinas; un aumento en el voltaje produjo una reacción en cadena que calcinó, con placer dopamínico, cada una de las neuronas del científico.
      Cuando lo encontraron era una estatua. Y fríamente lo anexaron a los otros enfermos, a los que él había tratado. Pero no era como ellos, él no poseía lo que a éstos había confiado la naturaleza en sus indescifrables designios. Él fue el último en intentarlo. Después, cualquier esfuerzo por ayudarlos fue considerado una pérdida de tiempo.
       Todo resultó en vano, jamás alguien podría hacerlos cruzar el abismo de su infinito encierro, jamás podría emerger palabra alguna de sus bocas lacradas por el destino y la eternidad. Y ellos, con la inconmovible penitencia de los sabios, habían aceptado su silencio místico, comprendían, no sin un poco de lástima, que jamás compartirían los algoritmos del ser, ni los códigos de la programación del universo que sólo ellos sabían; estaban conscientes de que su condición era inmutable e imperecedera y de que tendrían que soportar, a lo largo de los siglos, ser tratados como enfermos, como vegetales, objetos inservibles; y ser, no obstante, los puntos nodales, los depósitos de las claves que el universo otorga a los mortales para que cada uno desentrañe por sí mismo, y sin ayuda de nadie, los misteriosos del alma y las inquietudes esenciales del ser. Y sobre todo, eran conscientes de que ese conocimiento se lo llevarían, por siempre, a la tumba.


20100213

Buda industrial


El universo configura al mundo con una programación certera y críptica, con algoritmos de un código binario orgánico de partículas y ondas eléctricas de impulsos vitales. La voluntad es el trasfondo de ese murmullo violento, lenguaje aritmético de la realidad, es la red geométrica del todo, o lo que otros llaman Dios; aquello que opera sin cesar los engranajes de lo que puede ser percibido: la manufactura divina es el proceso industrial de la vida, la muerte y el reciclaje de las almas, los engranajes giran la ronda eterna de encarnaciones irredentas, en la maquinaria donde el cosmos procesa soplos infames de esencias viciadas, por la fragilidad carnal del espíritu humano.

La sombra y el olvido escapan por las chimeneas agitadas  de la fábrica del tiempo; el mundo de engaños e ilusión se desvanece con la lluvia ácida de una atmósfera envilecida  por los errores de la especie. Cada gota disuelve la visión especular de los vectores tridimensionales que codifican la RE(alida)D. 

Los recovecos umbrosos de su programación neuronal se iluminan con la consciencia del mundo que lo espera, liberado de la maquinaria eterna, encerrado en el silencio de su propia carne, los engranajes giran ahora en el centro gravitacional de su voluntad.