Es que ni siquiera
recuerdo el horizonte difuminado. Yo sólo caminé y perdí el paso. Al final de
lo visible había una línea horizontal que se desdibujaba como un espejismo,
estoy seguro, pero no lo recuerdo. Y yo seguí andando porque detenerse nunca es
una opción para el tiempo que fluye. Pensé que podía discurrir y dejar que el
viento se llevara todo lo que se me desprendiera de la piel, como si fueran
cenizas de un cadáver calcinado esparcidas en la ventisca de un desierto: la poesía
de las partículas en el aire que flotan en cámara lenta y parecen caer como
copos de nieve o como estrellas muertas del universo.
¿Qué podía esperar? Ni siquiera
sabía a dónde ir. Estaba allí, perdido entre los edificios esperando el final
del ciclo. No puedo negar que hay maneras más crueles de extraviarse. Pero los
tentáculos que persiguen nuestras cabezas impasibles de buda en trance no se
detienen. Esas noches rezaba rezos cristianos porque me aturdía la oscuridad, y
los ruidos nocturnos amenazaban con convertirse en una música hipnótica, temía
perder más el camino y dirigirme a la negrura y a lo espeso y a las sombras.
¿Qué podía esperar? Ni siquiera
recuerdo el horizonte difuminado. Podíamos contar los planetas y trazar sus ciclos
y periodos de rotación para entender con exactitud por qué después de eyacular
nuestros temblores dibujan vía lácteas de marfil y horizontes nebulosos.
La muerte viene y ya. Y es
momento para mirar hacia atrás. Hay que saber que las cajas las habitan los muertos
con su rigidez de roca suave. Y que mi nombre es impermanencia y también el
tuyo, y el de las células que se deterioran y se convierten en polvo. Un trago
de alcohol. Un gemido de satisfacción. El miedo. Y el olvido.
Afuera están todos los monstruos,
afuera, en el límite imaginario. Pero caminamos entre ellos portando una
máscara para evitar ser descubiertos, para confundirnos con la multitud.
Ni siquiera recuerdo cómo
llegué aquí (¿se me cayó la máscara?). He pasado tanto tiempo entre ellos que
me han crecido los dientes y me han salido garras y cuernos y el pelo me cuelga
por todos lados y el aliento me huele a sangre. Mis ojos amarillos no
distinguen más allá de tres metros, pero olfateo las feromonas en el aire, el
líquido menstrual que me hace correr impaciente por soltar mis dentelladas.
No había nada que esperar.
Sólo la negrura, el brillo de los ojos en la oscuridad y el olvido de lo que perdimos
antes de correr hacia la liberación de los dientes, en la misma dirección en
que corre el tiempo.
7 comentarios:
Una diferencia: en esa única dirección en que corre el tiempo, en la que vamos todos los mostruos, nosotros cubrimos una distancia juntos, hasta que la muerte nos separe y nos una la tierra.
Faláfel.
Faláfel por siempre, hasta que nos cubra la tierra. :)
ya pimpee mi blog :p pase pase, joven, pronto subiré cosas (=
ya subí algo fíjate D:
Leyendo lo que escribiste me siento inspirada para escribir, me gustó la parte de la eyaculación y la vía láctea...oh. Lo leía teniendo en mente una canción de ghinzu.
¿qué canción, pequeño ser?
Perecen canciones de Zoe
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