Y si pensamos que la naturaleza no se equivoca, que la naturaleza no va en contra de sí misma y que el hombre es naturaleza y por lo tanto, al igual que un perro o un gato o cualquier animal o planta es incapaz de hacer algo antinatural ¿cómo podríamos pensar que asuntos tan humanos como la homosexualidad, la violencia o el afán de mejorar el entorno con aparatos complejos son algo antinatural? Y si la tecnología es parte activa del hombre desde que es hombre y uno de los principales pilares de su desarrollo evolutivo ¿Cómo pensar algo como una interfaz cerebral con celdas de plutonio conectada con chips y neurotransmisores al cortex cerebral o un brazo biónico es algo que atenta contra la naturaleza?
La respuesta está en el futuro, ya Kant se había adelantado, el comprendía el fin último ya no de la tecnología, sino del hombre: la “insociable sociabilidad” esa cualidad inmanente al ser humano, esa lucha constante contra sus congéneres “que no soporta, pero de los que no puede prescindir”, esa “inclinación a formar sociedad que, sin embargo, va unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla” ¿Cuál es esa resistencia constante? ¿Será acaso el tenaz progreso de la tecnología? Podría serlo sí, si ésta llegara al punto culminante de volver al hombre autosuficiente e independiente con respecto de sus análogos. Algo similar permite un celular: evitar el contacto físico, en la misma categoría se encuentra el delicioso trato impersonal que puede dársele a cualquiera vía email o vía chat.
Así pues, cuando la tecnología sea plenamente eficaz, cuando permita que el único trato interpersonal entre hombres sea por medio de códigos binarios o a través pensamientos electrónicos a la manera de una telepatía artificial, entonces, y sólo entonces, la humanidad habrá cumplido su cometido, la humanidad habrá llegado al tope evolutivo, al fin tendrá tiempo para conocerse, el conocimiento engendrará mejora y con el paso del tiempo perfección. La introspección será el pan diario de todos los hombres, cada uno desentrañará para sí, y sin ayuda de nadie, los misteriosos del alma y las inquietudes esenciales del ser. Cada hombre será un ermitaño, un anacoreta, un sabio: un iluminado; de la misma manera que muchos de los hombres que buscaron la reclusión, la soledad y la misantropía voluntaria, se convirtieron en grandes hombres.
La humanidad será libre y perfecta. Nacerá la era del cyberautismo y las predicciones de Kant, como un Nostradamus futurista, se harán realidad.
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