Roar your terrible roars and gnash your terrible teeth and roll your terrible eyes and show your terrible claws! And please don't go I'll eat you up, I love you so.

20130412

Tantas cosas que no necesito.

Al final nada es tan importante. El eterno fluir no se va a detener. La satisfacción nunca llegará, como tampoco se interrumpirá la impermanencia. No hay posibilidad de perfección. De noche pienso cosas como esas, porque de día estoy ciego por los resplandores de los rostros. Deletreo nombres en mi cabeza, hay uno muy recurrente. Pienso en la naturaleza humana, en su amarga inconsistencia, en las altas posibilidades del fracaso. Porque las rutas no son llanas, los pasos los damos sobre las espinas y no sobre los pétalos y los caminos se ramifican con las pisadas.
       Nada perdura. Qué importa lo que pase. El curso de las cosas planea su ataque de sombras y estorbos. No se ocupa de los otros ni de nosotros. El viento avanza sin más. Nos quedamos tiesos. En algún punto las vértebras se dislocan y caemos. Lo que todos farfullan tirados boca arriba en los pasillos con el sudor de las pocilgas no importa una mierda. Importan las palabras flotantes y erráticas que se quedan descuidadas como pez globo a la deriva y que me pinchan. Pero nadie lo sabe porque guardo mis secretos en espirales al fondo de mi garganta cóncava. Entonces me recuesto sobre la hierba de los jardines ruidosos. Tiemblo. Miro hacia el futuro y sé lo que me espera. Lo que nos espera. Se me revela la imagen de la farsa.
       Pero al final nada es tan importante. Al menos la imperfección no lo es. Pienso en todas las doctrinas que advierten sobre el deseo de perfección y me siento abatido, me siento reprendido. Porque por un momento creí poseerla. Pero nadie posee nada, somos poseídos por las circunstancias, por el contexto de cada palabra que nos rodea. ¿Podríamos ser el poema que nace en las entrañas de los murciélagos, atados a un contexto específico de sonoridad y semántica de lugares comunes? Hay que simular ceguera por la noche, porque durante el día es suficiente el resplandor de los rostros. Hay que fingir que no sabemos nada para que la farsa dure, para engañar a  la impermanencia, para engañar a nuestras conciencias. ¿Qué más da si sabemos esto o aquello? ¿Qué más da que las máculas entinten los halos? ¿Qué más da aparentar invidencia y caminar a tientas sobre las espinas con la esperanza absurda de no punzarnos jamás, si al final lo único que importa es que nada importa y lo único permanente es la impermanencia? Al final sólo se puede mirar atrás. Y no es tan difícil cuando ya hemos mirado la carcajada de las ruinas sin sentir nostalgia. Si se ha hecho ya una vez puede hacerse sin miedo las veces que sean necesarias. En todo caso ¿qué más da, si a mí lo que me importa es jugar, la estrategia y las adivinanzas?