Roar your terrible roars and gnash your terrible teeth and roll your terrible eyes and show your terrible claws! And please don't go I'll eat you up, I love you so.

20100902

Tecnoingenio: porque la tecnología también es arte


1: Urdimbre secreta

Aún recuerdo el madrazo que sentí cuando leí por primera vez la línea del Manifiesto futurista  que dice: “Un automóvil de carreras con su cofre adornado de gruesos tubos similares a serpientes de hálito explosivo... un automóvil rugiente que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.” Y el madrazo no fue del todo porque dicha línea me hubiera revelado una verdad que ignorara, sino porque reconocí en ella un reflejo de mi propio pensamiento, y sobre todo un reflejo más vívido que otra frase que yo había escrito algunas semanas antes de conocer la de Marinetti,  que llanamente dice: “Un iPod es tan bello y artístico como El David de Miguel Angel”. Sé que suena a un vil fusil, pero concédaseme aunque sea por acto de buena fe –y quizá por la conciencia que el lector tiene de esa urdimbre secreta en la senda de los pensamientos, que en ocasiones orillan a diferentes mentes a las mismas conclusiones, y que son atemporales además de increíbles- la posibilidad de que lo que digo es cierto. 



1.1: Tecnoingenio

Un día se me ocurrió esta palabreja que no pude sacarme de la cabeza, aunque creo que antes que una palabra fue una idea. El arte, tal como quiero entenderlo, es la manifestación de uno de los dos impulsos creadores del ser humano, representa al impulso creativo espiritual; de este impulso nacen todas aquellas disciplinas clásicas, derivados e híbridos que concebimos como arte (música, pintura, literatura, comic, cine, etc.). Por otro lado, en otro plano del ser humano común y corriente se gesta un impulso muy similar, aunque en un extremo diferente del orbe creativo. A este impulso le llame tecnoingenio. El tecnoingenio, tal como quiero verlo, es el equivalente del arte en el plano racional; es decir, si al espíritu corresponde como manifestación creativa el arte, cuyos productos son la pintura, la escultura y otras disciplinas; a la razón corresponde como manifestación creadora el tecnoingenio cuyo producto es la tecnología. 

Estos dos motores creadores -que tienen quizá su punto de confluencia en la imaginación-, me intrigan por la constante pugna que han entablado desde siempre. Los sentimientos y la razón, a pesar de formar parte de un solo orbe, el orbe de lo humano, parecieran disociados de esa unidad en la que naturalmente deberían coexistir. Sobre todo si tenemos en cuenta que son las dos las principales características de la humanidad: la capacidad de razonar y la capacidad de crear arte. Una conjunción de ambos polos de lo humano a través de la imaginación (imaginación tecnoingenio-artística) me parecería la vía más pertinente para resarcir esa escisión que a mi juico es perjudicial y casi antinatural.
El arte en la vida actual tiene más que ver con la tecnología que en cualquier otro momento de la historia, tenemos muchas más herramientas que nuestros predecesores, ahora cualquiera puede hacer música con un secuenciador de audio o modificar una fotografía digitalmente. No quiero ver en eso una desvalorización del arte por su accesibilidad técnica, sino nuevas posibilidades de armonizar ambos polos de lo creativo.

2: La muerte del libro

Estoy por recibir un flamante Kindle 3; mi antiguo Kindle 2 lo tiene ahora un soldado de cara carcomida por la varicela a quien se lo vendí para hacerme del nuevo modelo, más barato y con mejor software. Digo esto porque me emociona la evolución de los objetos comunes -esos ancestrales y casi eternos a los que nos ha acostumbrado el paso del tiempo-  a aquellos otros de soportes digitales, tan efímeros, marcesibles y delicados que generan un culto casi instantáneo. El Kindle me parece una cosa maravillosa, una obra de arte total de la ergonomía y el tecnoingenio, porque además de ser muy lindo, es práctico, discreto, pequeño y sobre todo permite ahorrar mucho dinero en libros y periódicos (con los como 60 tomos de editorial Anagrama que me descargué en un solo día en algún lugar de la red y con los RSS de El Universal, La Jornada, y El País que descargo absolutamente gratis ya se pagó solo); además de las ventajas que hay en tener montones diccionarios, colecciones completas, revistas y diarios en un aparato tan pequeño, amén de la posibilidad de llevarlos a todas partes.
Celebro la muerte del libro porque celebro cualquier acontecimiento que permita cambios radicales en las formas anquilosadas de la realidad. Además, nada lo asegura pero en caso de que pasara, lo que moriría es el objeto-libro, no la literatura que se reinventa y se adapta a los nuevos cambios sin por ello ser menos… literaria jaja…

2.2: Orgullo y prejuicio y… zombies*


Hace poco me enteré de la publicación de una… ¿cómo decirlo? ¿novela remake? Uhm… quizá es más que eso… Un tal Seth Grahame-Smith se dio a la tarea de zombificar el clásico Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Según entiendo dejó intactas algunas partes, pero otras las llenó de violencia, muertos vivientes y doncellas ninjas. La verdad es que no he leído la novela original, pero me muero de ganas por leer esta versión (que ya conseguí en la re(alida)d y que puede descargarse en formato electrónico, totalmente gratis y en español aquí). A pesar de que me cagan los zombies porque me parecen lo más vulgar y simplón de la industria de serie B, además de que representan una modita bastante detestable; debo reconocer que el derrocamiento de una obra canónica, a este respecto, me parece de lo más lindo que me ha tocado presenciar, porque demuestra esa idea que atesoro como el más grande axioma de mi forma de ver el mundo: Nada es sagrado.
            Orgullo y prejuicio y zombies, tal como yo lo veo es una obra violenta en todos los sentidos; dejemos de lado que se trate de una novelita pop destinada a ser un best-seller y pensemos que además de chorrear sangre en todas las escenas, viola  -prácticamente sodomiza- esa norma ética no escrita que nos obliga a reaccionar de manera reverente ante las obras clásicas. Seguro más de uno lanzó alaridos de terror, no por miedo a los zombies, sino por el hecho de presenciar la zombificación de la literatura como síntoma innegable de la volatilización de la cultura… oficial.
           
Sé que habrá una versión cinematográfica próximamente, pero esa sí no la voy a ver, ya sería muy… frívolo… jajá!

*Nota para incautos: este apartado nada tiene que ver con esos eunucos risibles de nombre homólogo que pululan por la red… eh? chavos!